Crónica: el vespertino La Tribuna durante la última dictadura IV

Ningún trabajador de prensa desaparecido

Hay datos que fácilmente se identifican como positivos o negativos en sus primeras lecturas. Pero hay otros, que debido a la complejidad que guardan sus análisis, no se hayan en ninguna categoría: pues conservan en sí mismos la contradicción. Y un claro ejemplo de ello es revelar que en Rosario durante la última dictadura militar no hubo ningún periodista desaparecido, ni que haya sufrido algún tipo de persecución o tortura, según declaraciones de la periodista Alicia Simeoni, delegada del Sindicato de Prensa y ex correctora de La Tribuna y Rosario durante el proceso.


En una interpretación profunda de esa información se desprenden dos aspectos a destacar: por un lado, la alentadora noticia de no encontrar nombres rosarinos en el listado de los 108 trabajadores de prensa desaparecidos en el país, en los cuales sí se contabilizan algunos periodistas de la ciudad de Santa Fe. Por otra parte, el resabio que deja a la autocrítica de cada periodista por no haber publicado la verdad durante esos años.



“Es bueno que no haya desaparecido ningún comunicador local. Las facultades en cambio sufrieron desapariciones de docentes y alumnos, hemos perdido grandes profesores en la Escuela de Comunicación. No sucedió en los medios porque ninguno se arriesgaba a publicar información en contra de la dictadura”, se explayó Simeoni.

Por aquella época, los diarios actuaban paradójicamente como lugares de protección para los periodistas. Los matutinos y vespertinos no eran ninguna preocupación para los militares porque cada una de sus noticias estaba fiscalizada. Según Simeoni, todos los comunicadores de entonces sabían que la información y opinión dentro de La Tribuna estaba “muy bien controlada”. A propósito, agregó que aquellos pocos trabajadores osados que se atrevían a militar en un partido ó protestar en contra del régimen totalitario, lo hacían por fuera del diario y a través de acciones clandestinas.  

“En ese período tenía muchos compañeros de derecha en La Tribuna. Me acuerdo de dos de ellos: uno de apellido Swing y el Pollo Palacios, actualmente dibujante de La Capital, a los cuales les tenía mucho temor por las acciones que podían llegar a tomar si se enteraban que yo era estudiante de Comunicación y que militaba  en la Juventud Comunista”, completó la trabajadora de prensa.



Por su parte, el periodista Oscar Bertone reforzó los dichos de su colega Alicia: -“En Rosario no vas a encontrar ninguna amenaza, desaparición o tortura hacia un periodista porque nadie publicaba nada peligroso que llegara a incomodar a los militares. Durante esa etapa todos los diarios locales estaban alertados de lo que se debía escribir: implícitamente había un consenso mediático y una postura periodística de absoluto silencio”.

Por aquellos difíciles años, la realidad estaba plenamente divorciada de la prensa. Simeoni rememoró con impotencia las persecuciones que sufrían las facultades y colegios, que nunca llegaban a reflejarse en las páginas de los periódicos. Por entonces, era natural ver intervenciones en las universidades y hostigamientos militares hacia los estudiantes y profesores rebeldes. 

“Nosotros, los alumnos de Comunicación, en las innumerables huidas de los militares, pasamos de Humanidades a Ciencias Agrarias y luego al Normal 2. En esa escuela hicimos una asamblea y nos echaron. Por eso, terminamos en la Facultad de Ciencia Política y Derecho, frente al Comando Radioeléctrico (hoy el Museo de la Memoria). Allí entraban cuadrillas de militares y paramilitares, y nos hacían tirar al piso en el medio de las clases. Nos decían que no nos moviéramos, buscaban a personas puntuales y se las llevaban”, concluyó Simeoni como síntesis de las dos realidades que el terrorismo de Estado había implantado en el país. 

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